lunes, 8 de julio de 2013

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El país  |  Domingo, 30 de junio de 2013
FERNANDO ARALDI OESTERHELD HABLA DE LA EXPERIENCIA DE RECUPERAR LOS RESTOS DE SU PADRE DESAPARECIDO

El reencuentro

El cuerpo de Raúl Araldi fue hallado por el EAAF en Tucumán. “Estuve en shock hasta que me pude formar en la cabeza que esa persona que era mi familia, mi papá, dejó de ser un relato para volverse carne”, explica Fernando.

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Por Irina Hauser
Durante casi 38 años para Fernando la vida estuvo compuesta de relatos escuetos, algunas fotos y deducciones sobre quiénes fueron sus padres, Raúl Araldi y Diana Oesterheld, sus tres tías, y su abuelo, el escritor e historietista Héctor Oesterheld. De chico, pasó por la etapa de
creerlos muertos en un accidente. Cerca de los nueve años empezó a entender que habían sido militantes políticos, que entre otros miles terminaron desaparecidos. Llegó a tener la certeza, tiempo después, de que a su papá lo habían asesinado. Saberlo era un paradójico alivio que resume en esta frase: “por suerte lo mataron”. Tal como estaba dada la historia, nunca imaginó que existiría alguna vez la posibilidad de pensar a su familia de otra forma que no fuera “de- saparecida”. Pero un día, no hace mucho, todo cambió, y se transformaron su vida y su lugar en el mundo. Fue el reencuentro con el cuerpo de su papá, eso fue. Hallado casi íntegro en un cementerio municipal de Tucumán. Primero se sintió “en shock”, después le pareció que por fin conocía a su viejo, se contactó con los amigos de su infancia y juventud, hasta que se decidió a enterrarlo rodeado de todos ellos en el cementerio de la Chacarita, un acontecimiento que vivió –paradójicamente– como si fuera una fiesta.
Fernando Araldi Oesterheld es flaquito y enérgico. Escribe poesía y es fotógrafo. Como vivió muchos años con sus abuelos paternos dice que estuvo “en una nebulosa de sentirme siempre nieto, en esa condición, y de repente, cuando aparecieron los restos de mi papá, me sentí hijo, mucho más hijo que nunca. Ojalá encontraran también a mi vieja, y al resto de mi familia. Siempre mi vida fue así: tengo tías pero no las tengo, tengo abuelo pero no lo tengo, soy hijo pero no soy, tengo un hermano pero tampoco lo conozco. Todo medio en el aire, y de repente esto me puso en mi lugar”.
Hacer desaparecer los cuerpos fue la estrategia macabra del terrorismo de Estado para borrar las huellas del exterminio masivo que ejecutaba. La posibilidad de que los desaparecidos dejen de serlo es fruto de la búsqueda de los familiares y organismos de derechos humanos, y pudo empezar a hacerse realidad con el trabajo y las investigaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), integrado por profesionales de múltiples disciplinas que van desde antropólogos e historiadores hasta forenses y abogados. En cada hallazgo de todo o parte de un cuerpo hay un trabajo milimétrico, que incluye la reconstrucción de la vida de esa persona, todos los rasgos, su personalidad y sus costumbres, además de los estudios genéticos y científicos. Esta circunstancia tiene un gran impacto en la vida de los familiares. Detrás de las 700 identificaciones que logró el EAAF desde la época del Juicio a las Juntas, a mediados de los ochenta, hubo también cientos de vidas conmocionadas.
Al compartir la intimidad de esa situación, Fernando explica: “Cuando los padres y otros integrantes de la familia están desaparecidos, uno los tiene presentes toda la vida pero no imagina esa posibilidad de que puedan aparecer los restos. De repente eso sucede y se te viene todo encima. Al principio yo estuve en shock, hasta que me pude formar en la cabeza que esa persona que era mi familia, mi papá, dejó de ser un relato para volverse carne”, explicó. “También sé que así como es probable que para los que somos hijos es un hecho positivo que aparezcan los restos de nuestros padres y poder enterrar sus cuerpos, seguramente para mis abuelos, que fallecieron hace unos años, hubiera sido distinto. Ellos siempre guardaban la esperanza de que mis viejos aparecieran con vida. Encontrar los restos hubiera sido para ellos la confirmación de la muerte; para mí fue un motivo de festejo”, agrega.

“De acá vengo yo”

El 26 de julio de 1976 Fernando estaba con su mamá en la casa de unos amigos en Tucumán cuando irrumpió una patota policial, que mató a dos de los que estaban allí. El tenía un año y los policías se lo llevaron a la Casa Cuna. Diana, con sus 23 años, estaba embarazada de seis meses. Escapó, pero la secuestraron a los pocos días y estuvo en cautiverio. Sus abuelos paternos fueron a buscarlo y un tiempo después lo llevaron a vivir a Buenos Aires. A su papá, que le decían Capitán Pocho, lo mataron en agosto de 1977, a los 30 años, en una cita cantada en un bar al norte de San Miguel de Tucumán. Diana y Raúl militaban en Montoneros. También están desaparecidas sus tías, hermanas de su mamá, Estela, Beatriz y Marina, y el papá de todas ellas, Héctor Oesterheld.
“Hasta que tuve ocho o nueve años no supe la verdadera historia”, cuenta Fernando. “Para que creciera mentalmente sano no me decían la verdad, sino que mis papás habían fallecido en un accidente. Pero siempre supe, desde chiquito, que mis abuelos eran mis abuelos, y que mis padres estaban ausentes. Después ya pude ir armando la historia”, cuenta. Por muchos años se aferró a lo que le contaban sus abuelos. Cuando comenzaron los juicios por los crímenes de la última dictadura en Tucumán, empezó a tener más detalles. Ahí supo, por ejemplo, que su mamá había estado detenida en el centro clandestino que funcionaba en la Jefatura de Policía, aunque no está claro cuánto tiempo, ni cuándo ni dónde dio a luz a su bebé. Un testigo que estuvo secuestrado y que luego trabajó para la policía entregó en 2010 dos biblioratos con una lista con 293 de las personas privadas ilegalmente de su libertad allí. Al lado de 195 de esos nombres figuraba la sigla “DF”, que significaba “disposición final”, es decir, que los habían asesinado. Uno de esos nombres era el de Diana, su mamá.
Fernando busca a su hermano, por eso dejó hace tiempo una muestra de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos. Después supo que podía hacer lo mismo en el EAAF, que rastrea los cuerpos de víctimas de la maquinaria represiva de la última dictadura. En un comienzo, lo hizo en cementerios. Con el tiempo, a medida que se complejizó el trabajo y se perfeccionaron las técnicas, el equipo llevó su búsqueda a batallones y destacamentos militares. Hubo hallazgos en Campo San Pedro, en Santa Fe, en el Arsenal Miguel de Azcuénaga y en el Pozo de Arana.
Al papá de Fernando lo encontraron en uno de los cementerios municipales de Tucumán. Cuando el EAAF lo llamó para darle la noticia, pidió verlo y quedó perplejo. Pudo imaginarlo casi perfectamente, con ropa de invierno, jeans y una campera azul inflada, como los investigadores le dijeron que estaba el día que lo mataron, y con su estatura de 1,72 metros. Mentalmente vio ese momento como una película. A partir de entonces fue varias veces al EAAF. No se cansaba de hacer preguntas.
“También empecé a conocer a los amigos de mi viejo del secundario y de la universidad. Había estudiado química y le faltaba una sola materia para recibirse. Me contaron que en la secundaria era un tipo jodón, recién en la facultad se metió en política”, detalla. “Esto me permitió acercar aquello que estaba en relatos y ver a mis viejos como seres humanos, empecé a conocer cosas del día a día, y tuve la sensación de que, bueno, ‘de acá vengo yo’, ya no está todo en el aire. Ahora me gustaría tener algo que me atraviese como a ellos los atravesó la política”, reflexiona. “Yo recuperé mi historia”, enfatiza en el programa de Radio Nacional Gente de a pie y propone que quienes aún no se animaron a dar muestras de sangre al EAAF o no sabían que podían, que lo hagan. Más aún teniendo en cuenta que hay 500 cuerpos hallados todavía sin identificar.

Recuperar y celebrar

Además de recuperar los restos de su papá, en medio de los juicios de lesa humanidad en Tucumán, Fernando pudo recuperar también la casa donde había vivido allí durante su primer año de vida. “Había sido usurpada por María Elena Guerra, que era policía en la dictadura, y aparentemente era la amante de Roberto Albornoz, que era el jefe de la Policía. Ella vivió años en esa casa y decía que era suya porque pagaba los impuestos”, relata. Hace poco, en un juicio, recuperó la vivienda, que donó. Albornoz fue condenado por la desaparición de sus padres, entre otros 16 casos.
De su mamá, a Fernando le contaron que tenía “una personalidad avasallante a nivel de su compromiso político”, “siempre dispuesta al trabajo social”, que además era lo que estudiaba. Su departamento actual, en Palermo, está rodeado de libros de su abuelo Héctor. “Su obra me sirvió mucho para conocerlo. Trato, además, de separar a mi abuelo en su parte política de su parte artística. A través de sus cuentos de ciencia ficción, por ejemplo, lo puedo conocer, admirar y cuestionar.” No todo, aclara, es El Eternauta, su obra más importante.
En abril pasado Fernando vivió momentos verdaderamente extraños, dice. Fue cuando se puso a planificar la ceremonia para despedir los restos de su papá en el cementerio de Chacarita. Para él era una celebración, pese a que los entierros suelen ser motivo de tristeza. Además, advirtió que podía sepultarlo junto con sus propios padres, Juan Araldi y Soledad, que fallecieron en 2007 y 2010. “Los junté a los tres, fue una satisfacción total”, cuenta. Estaba contento. “Nunca imaginé que vendría tanta gente. Fue tan lindo, ¡hasta di un discurso!, y habló la esposa de un hermano de mi papá”, se emociona. Desde ese día, todo el tiempo le resuena una frase de uno de los amigos del secundario de su papá: “Por fin –le dijo– tu viejo está donde tenía que estar, acá entre nosotros”.
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Maestra primaria cubana Yurennis Garcia Segura Che Guevara Jose Marti Fidel Castro Camilo Cienfuegos Argentina



Carta 5092      La Habana, Cuba, 15 de Marzo de 2013. 

“Año 55 de la Revolución”.     

Señor Eladio espero que al recibo de esta carta se encuentre bien. Todos por aca estamos bien.   Disculpa si no le escribí antes.  Primeramente estaba esperando noticias suyas. Lo otro fue que el mes de Enero, me llevó de la mano y corriendo, pues estuve inmersa en unas cuantas tareas pioneriles.  


foto - un pionero cubano Damián Tamayo Pedroso

 Le cuento primero fue con lo de la caravana del día 8 de Enero.  Pues se realizó un acto simbólico de la entrada de Fidel, el Che y Camilo a La Habana, a ellos los representaron los pioneros de mi escuela.  Luego continuó la jornada con la entrada de la antorcha de la libertad por el 160 aniversario del natalicio de José Martí.  Ya que los jóvenes de Mayabeque le entregan la antorcha a los jóvenes de la Habana y luego caminamos 19 kilómetros.  Luego el acto del 28 de Enero de mi escuela y al final dirigir la parada Martiana. Suerte para mí que cada actividad tenían horas diferentes y sin dejar de la mano la docencia de mis pequeños infantes.  También me encontraba en las pruebas finales del semestre de la Universidad.  Sin contar las pocas horas que le tengo que dedicar a mi hija cuando llego a la casa y muchas veces ya está dormida.  Pero hoy he tenido que romper la rutina y dejar a un lado mis tareas para escribirle unas cuantas líneas. Bueno Eladio le diré que, la señora Adys Cupull se comunicó conmigo y estuvimos charlando un poco, quede con ella de ir por su casa, pero se me ha hecho imposible. 
Colores y formas revolucionarias en la creatividad infantil de La Habana
en el taller de Jorge Jorge González "Coloreando mi barrio".

 Pero bueno nos pusimos de acuerdo en muchas cosas y algunos proyectos para los pioneros de la escuela.  Espero llegarme por la casa de Adys este fin de semana, aunque me dio un número de teléfono pero al parecer yo lo anoté mal.  Lo mas curioso que tuvo nuestra conversación fue, que ella se llama Adys.  Pero mi bisabuela se llamaba Adisgunda, mi abuela se llama Adisnalba, mi mamá Adisbel y mi pequeña Adislenys.  Nos causó asombro pues ese nombre no es muy común y mi familia todos son Adis, menos yo.    
 
foto- Colina universitaria, la muchedumbre comenzará luego a descenderla con antorchas encendidas recorriendo la Habana. Homenaje a Jose Martí

Otra cosita, les dije a mis alumnos de la llamada, ellos se parecieron muy contentos.  Le mandan saludos fraternales y un  ¡ Viva Cuba y Argentina !.   Eladio disculpe la letra y el correcorre pues esta carta es para entregarsela a Veronica que gentilmente me llamó nada mas que llegó a Cuba y quedamos de vernos mañana, para entregarme los libros que usted me manda y las cartas.  Le confieso algo, me siento muy orgullosa de tener una relación con usted ya que usted vive en el país de mi ídolo, ese grande que fue el Che.  
 
Homenajean a José Martí y sus espíritus están tan encendidos como las antorchas que portan en sus brazos en alto.

El trabajo de el lo tengo que exponer en el mes de Abril.  Tengo tiempo de continuar trabajando.  Amigo no le doy mas tertulia, solo espero mantenernos en contacto.  Espero si algún día visita Cuba se llegue por mi pequeña escuela. Ya que yo le estoy muy agradecida por su ayuda al igual que mis alumnos.   

Se despide de usted una maestra y amiga cubana.  Yurennis García Segura

“NUEVAMENTE GRACIAS”           Chao



Embajadora argentina en Cuba hizo guardia de honor a restos de desaparecido en Argentina Plan Cóndor Auca en Cayo Hueso

Miles de pinareños dieron el último adiós a Jesús Cejas. (Cuba, Miami, Madrid)

“Como tantos otros hallazgos, este acontecimiento demuestra lo que fueron las dictaduras, el terrorismo de estado y el Plan Cóndor”, aseguró la embajadora argentina en nuestro país
Por  RONALD SUÁREZ RIVAS
Foto del autor Cumpliendo el precepto martiano de que honrar honra, miles de pinareños acompañaron los restos de Jesús Cejas Arias en una peregrinación de cuatro kilómetros hasta el Panteón de los Caídos en la Defensa de la Patria, donde desde este miércoles descansan en paz.
René González y la embajadora de argentina hicieron la última guardia de honor.
De esa manera el pueblo de Vueltabajo dio el último adiós al joven diplomático cubano, secuestrado y desaparecido en Argentina hace casi 37 años.
Con anterioridad, en el Palacio de la Ciudad, la embajadora de ese país sudamericano, Excelentísima Señora Juliana Isabel Marino, realizó la última guardia de honor junto al féretro, en compañía del comandante del Ejército Rebelde Julio Camacho Aguilera, Gladys Martínez Verdecia, primera secretaria del Partido en la provincia, y el Héroe de la República de Cuba, René González Schwerert, quien transmitió, además, un mensaje de los Cinco a la familia de Cejas Arias.
En el mismo, se asegura que “Jesús, y todos los que cayeron bajo las garras del Cóndor, nos llaman a que estemos alertas, preparados y listos para pelear contra este flagelo, contra las torturas, las desapariciones y todos los crímenes de lesa humanidad”.
Por su parte, la embajadora argentina afirmó que “como tantos otros hallazgos, este es un acontecimiento muy doloroso, y a la vez confirmatorio de lo que fueron las dictaduras, el terrorismo de Estado y el Plan Cóndor”.
“En el caso de estos dos jóvenes cubanos, hay, además, una reivindicación, porque el Plan Cóndor intentó hacerlos pasar por desertores”.
“Uno se siente consternado, pero a la vez en paz, porque finalmente Jesús se ha reencontrado con su familia, con su pueblo y con su tierra”, concluyó.
El 9 de agosto de 1976, Jesús Cejas Arias y Crescencio Galañena Hernández fueron secuestrados cerca de la embajada de Cuba en Argentina, donde ambos desempeñaban funciones diplomáticas.
Las investigaciones realizadas arrojan que los trasladaron a Automotores Orletti, un tenebroso taller de automóviles convertido en centro de represión y muerte, donde radicó la filial argentina de la Operación Cóndor.
Luego de ser torturados y asesinados, sus verdugos ocultaron sus cuerpos dentro de tanques metálicos y los rellenaron con cemento, con el oscuro deseo de que nunca pudieran ser encontrados.