miércoles, 17 de agosto de 2011

“Mestizo, San Martín…” Biblioteca Nacional DIFUNDIR

De: Nuestra America Profunda [mailto:nuestraamericaprofunda@gmail.com]

Asunto: "Mestizo, San Martín…" en Biblioteca Nacional   DIFUNDIR
         

Estimados, se presenta la versión definitiva del documental "Mestizo, San Martin y la Identidad Americana", basado en el libro El secreto de Yapeyú, de H. Chumbita.  

DECLARADO DE INTERES POR LA HONORABLE CÁMARA DE DIPUTADOS" EXPEDIENTE 5409-D-2009

La fecha es     20 de Agosto    en la    Biblioteca Nacional      calle Agüero 2502   CABA.

17  hs.   Auditorio J. L. Borges

Pueden ver el avance en internet:
http://www.youtube.com/watch?v?=WQt1loBVVJs&feature=player_em?bedded

 




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nuestramericaprofunda.blogspot.com




SAN MARTIN Y LA IDEA CONTINENTAL (conferencia de Javier Garin)

SAN MARTIN Y LA IDEA CONTINENTAL

 

Confrencia brindada al cumplirse los 50 años de la Asociacion Sanmartiniana de Quilmes "Sable de Gloria".

Por Javier Garin.

(Escritor y abogado, autor de los libros "MANUEL BELGRANO: RECUERDOS DEL ALTO PERU", "MANUAL POPULAR DE DERECHOS HUMANOS" y "EL DISCIPULO DEL DIABLO: VIDA DE MONTEAGUDO, IDEOLOGO DE LA UNION SUDAMERICANA").

 

Estimados amigos sanmartinianos:

 

Estos tiempos de recuperación de la conciencia histórica -en parte gracias al proceso que vive América Latina y en parte por el Bicentenario- son propicios para revisitar nuestros próceres a la luz de los desafíos del presente. Doscientos años después, San Martín tiene muchas inspiraciones que proporcionarnos. Me propongo hoy resaltar dos aspectos: 1) su proyecto continentalista (en oposición a la visión nacionalista miope) y 2) su estatura como político revolucionario (en oposición a la exaltación exclusiva de su acción militar).

 

SAN MARTIN ES UN HÉROE SUDAMERICANO, MÁS QUE ARGENTINO

 

Con la apropiación mitológica que se ha hecho de su figura por el nacionalismo localista, se menoscaba la significación mucho más vasta de este prócer continental. El título que mejor le cuadra es el de libertador sudamericano, junto a Bolívar. Su acción y pensamiento tuvieron siempre ese sentido continental, característico de la Logia Lautaro de la cual fue insigne representante. Aunque tendencioso, Mitre lo comprendía bien. De allí que dedique sus dos grandes obras a analizar en Belgrano la revolución rioplatense, y en San Martín la emancipación sudamericana.

 

LAS INTERPRETACIONES PARCIALES CERCENAN A SAN MARTIN.

 

Si de algo se congratulaba San Martín era de haber evitado mezclarse "en los partidos que alternativamente dominaron Buenos Aires", como señala en una carta a Ramon Castilla, presidente del Perú. Sin embargo, su enorme prestigio fue utilizado para conformar las mitologías nacionales que se elaboraron a partir de la segunda mitad del siglo XIX, de acuerdo a las necesidades político-ideológicas de diversos sectores, que pujaron por apropiarse del legado histórico para sus propios fines.

Así, la historiografía liberal hizo de San Martín un abanderado del liberalismo argentino, un antecesor ideológico del régimen imperante a partir de Pavón. Para esta mixtificación, San Martín era el sable del liberalismo argentino y Rivadavia su estadista y legislador. Poco importa a los constructores de mitos que haya sobradas pruebas de que San Martín no sólo estuvo abiertamente enfrentado con Rivadavia sino que defendió un proyecto diferente, encarnado por la acción continentalista de la Logia Lautaro, más allá de alianzas circunstanciales con la burguesía comercial de Buenos Aires.

Rivadavia abrigaba un proyecto local, consistente en la hegemonía de esa burguesía en el Río de la Plata, en estrecha unión con Inglaterra. Su acción política fue coherente con esta idea, como lo fue su desprecio por las provincias interiores, su sometimiento a los dictados del embajador británico en Río de Janeiro y su absoluto desinterés por la suerte del resto de América, llegando al extremo de ordenar a Belgrano la retirada hasta Córdoba en 1812 y de clausurar una década más tarde el frente de guerra en las provincias del Norte, en perjuicio de los patriotas que todavía combatían en la sierra peruana y el Alto Perú. Los rivadavianos aplaudieron la muerte de Güemes, comentando cínicos en La Gaceta: "un caudillo menos". ¿Qué les importaba que Güemes fuera el custodio del frente norte y una de las herramientas del plan sanmartiniano? Rivadavia se enemistó con San Martín y con Bolívar por el proyecto continental que éstos encarnaban. Ya había manifestado su desacuerdo con San Martín durante una cena que compartieron en 1812 en la casa del señor Escalada, futuro suegro de éste. Tales diferencias nunca se superaron porque representaban dos núcleos de intereses irreconciliables. Rivadavia es el campeón del localismo liberal rioplatense, y como tal un antecesor indiscutible de Mitre, Roca y los gobiernos oligárquicos de la segunda mitad del siglo XIX y principio del XX. San Martín pertenecía a otra esfera ideológica.

Desde el revisionismo federal se ha encarado la figura de San Martín con una mixtificación inversa. Se lo considera el iniciador de una línea política nacional que luego retomaría Rosas, simbolizando su continuidad en el legado del sable sanmartiniano. Esta versión "federal" no es menos mitológica que la liberal. Son conocidas las manifestaciones de San Martín de escasa simpatía por el federalismo, al que calificó como un delirio inspirado por "el genio del mal", por más que rehusara combatirlo. En esto coincidía con Belgrano - quien también condenó como imprudentes las ideas "federantistas"-, no porque ambos fueran "unitarios" como los que sobrevinieron después, sino porque, en su calidad de jefes revolucionarios con responsabilidad militar, en medio de una guerra de liberación, veían con malos ojos los desórdenes internos, la indisciplina y los localismos divisionistas. El centralismo es defecto casi inevitable de todo proceso de transformación revolucionaria, máxime cuando hay una guerra en curso contra una potencia extranjera. De hecho, la anarquización del Río de la Plata perjudicó la campaña al Perú, que pasó a depender del tesoro chileno.

No faltan testimonios acerca del desagrado de San Martín hacia la política interna del rosismo. Sea como fuere, su visión excedía lo anecdótico para penetrar lo esencial. Por eso no dudó en apoyar la defensa de la soberanía hecha por Rosas "frente a las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla". Así lo manifiesta al legarle su sable: actitud muy diferente a la de los unitarios cipayos, que llevaban su odio a Rosas al extremo de aplaudir desde Montevideo y Chile la intromisión europea.

 

ALIANZA TACTICA CON INGLATERRA VS. CIPAYISMO PROBRITÁNICO

 

Otra deformación, caricaturesca, es la que lo pinta como agente británico. Esta tesis no goza de popularidad, pero no carece de adeptos. Es la versión secreta de los nostálgicos del orden colonial, tradicionalistas y españolistas de diversa laya, que pretenden reducir el proceso independentista a una maniobra de Inglaterra para apropiarse de las colonias hispanas. Esta visión torpe y simplista se niega a reconocer el papel de los pueblos americanos en la lucha por dirigir su destino y se empeña en ocultar la barbarie y las terribles injusticias del régimen colonial. Para los españolistas trasnochados, la Colonia era un sistema social admirable. Todavía suspiran por la pompa de los virreyes y la comodidad de la vida cuando los únicos que trabajaban eran los indios y los negros. No pueden comprender que existía un clamor de los pueblos contra el yugo español, y que los verdaderos revolucionarios aceptaban a Inglaterra sólo como un aliado circunstancial. Y por eso hombres como San Martín y Belgrano –que querían "al amo viejo o a ninguno", para usar la expresiva respuesta de éste último a un militar inglés- impulsaron la declaración de independencia de España, pero también "de toda otra dominación extranjera", como reza la Declaración del Tucumán.

Es cierto que dentro del movimiento revolucionario había agentes ingleses. Uno de ellos, incluso, fue cofundador de la Logia Lautaro: Carlos María de Alvear. Nadie más desvergonzadamente que Alvear representó la facción probritánica, aún cuando los cañonazos de un navío inglés habían asesinado a casi toda su familia en alta mar. Fue Alvear quien ofreció a las autoridades británicas un protectorado sobre el Río de la Plata, sosteniendo que "estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso". Este increíble -por lo explícito- acto de traición a la patria tendría una profusa descendencia, empezando por Rivadavia, con el empréstito de la Baring Brother y su intención de entregar a la codicia inglesa las minas de Famatina; siguiendo con Mitre y su funesta asociación con los gobiernos de Brasil y Uruguay para destruir al Paraguay, impulsada por Inglaterra; y concluyendo con el hijo de Julio Argentino Roca, vicepresidente argentino, vanagloriándose en Londres de haber convertido a la Argentina en "la mejor joya de la Corona Británica". Resultado ya previsto por Canning en 1825, cuando dijo: "Hispanoamérica es libre, y si no desgobernamos tristemente nuestros negocios, será inglesa". Y por Chateaubriand, quien en 1838 dictaminó: "las colonias españolas, al emanciparse de su metrópoli, se han convertido en colonias inglesas."

Pero la acción vendepatria de las oligarquías locales asociadas al imperialismo inglés nunca fue compartida por San Martín, quien no sólo derrocó a Rivadavia en 1812 y combatió a Alvear hasta su desplazamiento, sino que hizo explícita, en el legado a Rosas, su oposición a la injerencia europea. Como otros jefes revolucionarios, comprendía la conveniencia de una alianza táctica con Inglaterra en la lucha contra España, y aún debió tolerar las pretensiones y caprichos del almirante Cochrane en la campaña al Perú, pero su actuación nunca se vio empañada por las concesiones indignas que hicieron los cipayos a lo largo y ancho de América.

 

LA IDEA QUE MEJOR DEFINE A SAN MARTIN ES LA DE LA EMANCIPACION CONTINENTAL

 

Confrontando la mitología nacional en sus versiones liberal y federal, afirmo que San Martín no fue, como alguna vez sostuvo Ricardo Rojas, un abanderado de la "argentinidad" sino uno de los más ilustres defensores y ejecutores de la concepción continentalista. Su interés central no era la constitución de una nueva nacionalidad argentina, y mucho menos mezclarse con las facciones locales, no permaneciendo en el Río de la Plata sino escasos cinco años entre su arribo y el cruce de Los Andes. Su actuación más relevante se desarrolló fuera del territorio luego llamado "argentino". Su idea era la emancipación de las colonias hispanoamericanas dentro de un proyecto político de dimensión continental. Esta idea no la inventó él, pues era parte de la tradición revolucionaria, pero fue uno de los que mejor la representaron.

La conformación de repúblicas fragmentarias no es, como se sostiene habitualmente, el triunfo de la Revolución, sino su fracaso. Hubo muchas repúblicas porque los hombres que encabezaban la revolución continental triunfaron en su lucha contra la dominación colonial española, pero fueron derrotados en el proyecto de una gran Patria hispanoamericana. Y quienes los derrotaron fueron las oligarquías –nacionales o provinciales-, que no querían la conformación de un Estado continental, en cuyo seno su poder se diluía, sino que aspiraban a mandar en sus terruños como en "dominios privados", para utilizar una expresión del propio San Martín contra el caudillo chileno José Miguel Carrera. Estas oligarquías no tardaron en recibir el apoyo entusiasta de Inglaterra, que luego de fogonear la insurrección contra España se empeñó en tupacamarizar América del Sur en estados fragmentarios para dominarla mejor. En el siglo XX fue Estados Unidos el heredero del "divide y reinarás" imperial.

La historia oficial, escrita por esas mismas oligarquías, hizo hincapié en los localismos para el armado de "grandes mitos fundacionales", dejando en un segundo plano el carácter continental del proceso revolucionario. Así es cómo se formó una historia argentina, chilena, uruguaya, peruana, boliviana, ecuatoriana, colombiana, venezolana, minimizando -ya que no se podía negar- la interdependencia mutua de los procesos locales de emancipación.

Algunos ejemplos. La historia argentina arranca con el 25 de mayo de 1810, como primer acto revolucionario. Sin embargo, exactamente un año antes, ocurrió en Chuquisaca la llamada "revolución de los doctores", antecedente directo que se extendió a otras ciudades altoperuanas, como La Paz, donde fue sangrientamente reprimida. Esta Revolución ocurrida en territorios que formaban parte del Virreinato del Río de la Plata es escasamente mencionada en nuestra historia oficial. Y sin embargo, una de las razones que invocaron los revolucionarios porteños para derrocar a Cisneros –según refieren Manuel Moreno y Matheu- fue el descrédito del Virrey por haber consentido las ejecuciones de patriotas altoperuanos llevadas a cabo por Goyeneche, Sanz, Nieto y Córdova. Y la Primera Junta ordena a Castelli vengar esas muertes sin miramientos. ¿Por qué ocultar la influencia altoperuana en la revolución porteña? Porque a esta última se la quiso pintar como un fenómeno de pura inspiración "argentina". ¿Cómo los argentinos vamos a deber el impulso motor de nuestra revolución a los bolivianos (aún cuando entonces no existían ni Bolivia ni Argentina)? Nos enseñan la Revolución de Mayo como si esta hubiera nacido ya madura, al igual que Palas Atenea de la cabeza de Zeus. Y han eliminado del Himno Nacional Argentino aquellos versos en que López y Planes evoca las luchas de los pueblos altoperuanos, mencionando sus ciudades en un "decasílabo heroico", como lo denomina Ricardo Rojas: "Potosí, Cochabamba, La Paz". Es así que, hasta el día de hoy, el argentino promedio mira con desprecio a nuestros hermanos bolivianos, porque se pretende superior a ellos, con impenitente racismo, haciendo gala de tener sangre europea y no indígena, en la misma línea de pensamiento de la generación del 37 –uno de cuyos popes proclamaba "no somos americanos sino europeos en América"-, o de Sarmiento que calificaba a Capoulican y Lautaro como "indios piojosos".

Otro ejemplo de mito nacional: Belgrano, se nos dice, crea la bandera argentina. Sin embargo, está claro, por sus propias palabras a orillas del Paraná, que éste no pensó un distintivo argentino sino americano: a sus soldados los hizo jurar "vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y América del Sud será el templo de la Independencia y la Libertad".

El escamoteo de la concepción continental se advierte en la biografía de uno de los asistentes más estrechos de San Martín: Bernardo Monteagudo. LLama la atención que una figura de su talla aparezca segregada en las historias nacionales. Cabecilla a los veinte años de la revolución chuquisaqueña; dirigente connotado del jacobinismo rioplatense, colaborador dilecto de O´Higgins en Chile, primer gobernante efectivo del Perú independiente bajo el Protectorado de San Martín y consejero de Bolívar, su figura está oscurecida por mitos y leyendas; en Chile se le llega a negar la confección del acta de la Independencia en la que intervino; y en Perú, a pesar de haber hecho una obra de gobierno extraordinaria, sólo se lo recuerda con una modesta placa en la Biblioteca Nacional que fundó en Lima. Las razones de este ocultamiento el propio Monteagudo las comprendía al señalar que los patriotas libraban una "doble lucha": por un lado, contra la dominación española; por otro, contra las tendencias localistas que resistían el proyecto continental impulsando la fragmentación.

Monteagudo, ministro de San Martín, negocia por instrucción de éste los tratados perú-colombianos de 1822, antecedente del Congreso de Panamá. Retirado San Martín, diseña para Bolívar la primera propuesta coherente de unión continental bajo la forma de una "federación general de estados hispanoamericanos". Idea que ya había oído en el Alto Perú de su maestro, Juan José Castelli, quien, a orillas del lago Titicaca, a la vez que emancipaba a los indios, auguraba que "toda la América española no formará en adelante sino una numerosa familia", y que el Río de la Plata, el Perú, el Santa Fe de Bogotá y Chile confluirían en "una asociación y cortes generales para forjar las normas de su gobierno."

Castelli era probable cabecilla de una logia continental, cuya rama chuquisaqueña, la Sociedad de independientes, contó con la activa participación del joven Monteagudo. Tiempo después, ambos se afiliaron, a la Logia Lautaro creada en Buenos Aires por San Martín, Alvear y Zapiola. En sus reuniones en los sótanos de la familia Thompson se tomaba juramento a los nuevos miembros comprometiéndolos a defender la patria americana, que era la misma -decía el ritual- del valiente Lautaro, símbolo de la resistencia nativa contra el opresor colonial. La logia debía ser -segun Mitre- "el brazo que impulsara y la cabeza que orientara el movimiento revolucionario. Su finalidad era mirar por el bien de América y de los Americanos". El indio Lautaro -secuestrado de niño por Valdivia, conquistador de Chile, y convertido en su paje y caballerizo- decide cambiar de bando en mitad de un combate y ponerse del lado de sus hermanos. Este personaje, al que exalta Ercilia en el poema "La Araucana", fue mencionado al patriota venezolano Francisco de Miranda por el joven chileno OHiggins. San Martín –de quien se murmuraba que tenía sangre indígena- se identificaba con el gesto del caudillo aborigen de dejar al amo europeo para servir a la patria en peligro, como él había hecho al renunciar a una brillante carrera en las armas españolas y consagrarse –según sus palabras- "a la causa de América".

Una de las primeras acciones que adopta la Logia Lautaro es el derrocamiento del Primer Triunvirato, cuyo cerebro era Rivadavia. En esa oportunidad, San Martín y sus compañeros de armas dan un ejemplo cívico al declarar ante el Cabildo que "no siempre están las tropas –como regularmente se piensa- para (…) autorizar la tiranía" sino que saben "respetar los derechos sagrados de los pueblos". Esta concepción del ejército al servicio de la liberación continental –y no de la opresión- es la misma que trasuntan sus famosas palabras a los soldados al desembarcar en el Perú: "Acordáos de que vuestro gran deber es consolar a la América, y que no venís a hacer conquista sino a libertar pueblos".

La idea continentalista se manifiesta una vez más cuando la Asamblea del Año XIII, promovida por San Martín y la Logia Lautaro, recibe de la Sociedad Patriótica, presidida por Monteagudo, un proyecto constitucional para "los Estados Unidos de América del Sur". En el Congreso del Tucumán, influido por Belgrano y San Martín, se declara la Independencia de las Provincias Unidas "en la América del Sur" nueva referencia continental. Allí aparece Belgrano abogando por la monarquía constitucional incaica, propuesta no desdeñada por San Martín pero satirizada en la racista Buenos Aires, que no quería al frente del Estado a "un indio de patas sucias". No era un capricho novedoso. Miranda, ya en 1798, anticipó la idea en una carta al masón norteamericano Hamilton, vinculada al propósito de emancipación continental: "la forma de gobierno proyectada (para América del Sur) –le dijo- es mixta; tendremos un jefe hereditario llamado Inca como Poder Ejecutivo".

No es casual que San Martín y Belgrano coincidieran en tantas cosas. Ambos eran decididos partidarios de la declaración de Independencia. Ambos defendían a los indios frente al racismo expoliador de muchos criollos. Ambos apostaban a la emancipación continental y no creían en salvaciones locales. Ambos -se especula- habrían acordado ideas estratégicas junto al gran patriota Martín Miguel de Güemes para desarrollar su plan continental.

Sabido es, por lo demás, que San Martín y Bolívar fueron destacados integrantes del sistema de Logias –suerte de Internacional revolucionaria- cuyo precursor fue Miranda. Sus ramas principales estaban en Buenos Aires y Caracas: los dos brazos de la tenaza independentista desde donde se emprendió la liberación continental. Entre ambos impulsaron la idea de una Confederaciön sudamericana, a la que San Martín consideraba "base esencial de nuestra existencia", proponiendo a Guayaquil como sede del Congreso hispanoamericano que luego se convocaría fallidamente en Panamá.

 

SAN MARTIN FUE UN BRILLANTE POLÍTICO REVOLUCIONARIO

 

Es injusto entender a San Martín como mero soldado. Él fue, en realidad, un brillante político que supo contribuir a la conformación de un sistema de poder para la liberación americana y la transformación social. Si la capacidad de construir poder define al político, fue muy exitoso. Bajo su dirección, la Logia Lautaro alcanzó a controlar el aparato estatal en dos países: el Río de la Plata y Chile, y luego se extendió al Perú.

San Martín, como los demás revolucionarios, no luchaba sólo por un cambio de autoridades, sino por la transformación radical del orden político, económico y social. Tendió a la Libertad combatiendo el despotismo y consagrando derechos individuales. Tendió a la igualdad al promover la libertad de vientres para los negros y el fin de la servidumbre para los indios.

Logró la caída de Lima sin disparar un solo tiro. Fue "la guerra mágica del Perú", una guerra librada no con balas, sino con política: es decir, construcción de alianzas sociales, propaganda y conquista de la opinión pública. Un simple militar no obtiene tal proeza.

 

LA INGRATITUD FUE EL PAGO DE LOS CONTINENTALISTAS

 

San Martín sirvió a la concepción continental sin claudicaciones. No quiso mezclarse en conflictos internos sino para asegurar el desarrollo del plan continental. Y debió pagar por ello. Pasó la última parte de su vida en el exilio, sin poder regresar a los países cuya libertad había hecho proclamar. La burguesía porteña lo temió y persiguió, sin perjuicio de reivindicarlo más tarde en provecho propio cuando ya no representaba un peligro. En Chile fue resistido (sobre todo por quienes se negaban a sufragar los gastos de su campaña al Perú) y se le imputó injustamente la muerte de los hermanos Carrera y de Manuel Rodríguez. Renunció al Protectorado del Perú luego de sufrir un golpe de Estado mientras se hallaba en Guayaquil. Lejos de la idea de prócer indiscutido del presente, debió soportar toda clase infundios de aquellos que, según Monteagudo, "sólo creen que hay libertad de imprenta cuando pueden ejercitar la detracción". Llegaron a acusarlo de querer coronarse rey. El rey José", lo llamaban. Justamente a él, que había dado sobradas muestras de su falta de ambición personal, que nunca intentó encumbrarse en el Río de la Plata aunque tuvo la dictadura casi servida, que había declinado a favor de O Higgins el título de Director Supremo de Chile ofrecido después de Chacabuco, y que había asumido el Protectorado del Perú con repugnancia, al no encontrar jefes idóneos en ese país, corrompido por la dominación española. "El general San Martín –escribía Monteagudo con indignación-, el héroe de Chacabuco y Maipú, el que aún fue más héroe emprendiendo libertar el Perú con un pequeño número de bravos, el que sin ceñir su frente de nuevos laureles manchados en sangre, triunfó de innumerables obstáculos por medio de la prudencia, el que salvó Lima de las catástrofes que todos presagiaban (…), él alzó de la miseria con sus propias manos a muchos de los que hoy son sus enemigos; él mismo ha sido insultado en algunos periódicos de aquella capital con impunidad y escándalo de su honrado vecindario. Pero sus brillantes servicios a la causa de América desde el año XII y los que ha hecho al Perú, abriéndole la puerta para que entre a su destino, son una propiedad de la historia a la cual nada puede defraudarse".

Destino de ingratitud que cupo a todos los abanderados de la visión continental, quienes pronto se convirtieron en un estorbo para los apetitos de las oligarquías. Castelli padeció cárcel en su agonía. Belgrano murió solo y olvidado. Artigas se autoexilió en el Paraguay. Güemes fue abatido. Monteagudo fue asesinado en las calles de Lima. O Higgins sufrió implacable oposición hasta exiliarse. Bolívar padeció los embates localistas y vio derrumbarse su poder antes de morir.

 

Doscientos años después, seguimos en la encerrona. Se comprueban esfuerzos sistemáticos para la unidad continental. Pero esta unidad se encuentra aún amenazada por nacionalismos miopes e intereses extranjeros. Inglaterra primero y Estados Unidos después, se beneficiaron de la división del gran pueblo sudamericano en repúblicas fragmentarias. El sueño de San Martín no fue la conformación de muchos países sino una vasta nacionalidad continental. Es padre de la patria, sí, pero me gusta agregar: de la PATRIA GRANDE AMERICANA, que algún día veremos finalmente nacer. Ese será el día en que los nombres de los grandes padres fundadores de la nacionalidad sudamericana fulgurarán con una fuerza renovada, señalando el rumbo a las generaciones por venir.

 

 

Para mas informacion:

www.sanmartinxjaviergarin.blogspot.com

www.manuelbelgranoxjaviergarin.blogspot.com

www.bernardomonteagudoxjaviergarin.blogspot.com



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SAN MARTIN, MONTEAGUDO Y LA UNION SUDAMERICANA REPORTAJE A JAVIER GARIN

SAN MARTIN, MONTEAGUDO Y LA UNION SUDAMERICANA EN REPORTAJE A JAVIER GARIN

de Javier Garin, el Lunes, 08 de agosto de 2011 a las 19:07

Es hora de que volvamos a plantear la idea de una patria continental"

 

 

Reportaje hecho por María Evelina Ramírez, Periodista, para "HUELLAS DE LA HISTORIA", de Cordoba, Argentina.

 

 

Este mes se cumple un nuevo aniversario de la declaración de la independencia de nuestro país. En este marco, resulta interesante rescatar del olvido una figura que a lo largo de la historia ha sido denostada y calumniada: Bernardo de Monteagudo, quien junto a Bolívar San Martín, Belgrano, y O'Higgins (entre otros), luchó por conseguir la unidad sudamericana. Se trata de uno de los ideólogos más brillantes de Sudamérica: promotor de la liberación de esclavos e indígenas, fundador de media docena de periódicos, impulsor de la Revolución de Chuquisaca, brazo derecho de Castelli, cerebro de la Asamblea del Año XIII, asistente de O´Higgins, amigo y asesor de San Martín, estadista del Perú independiente, protegido de Bolívar.

 

Para recuperar su legado, Huellas de la Historia dialogó con el escritor, historiador y abogado de derechos humanos Javier Garín, quien es autor del libro "El discípulo del diablo. Vida de Monteagudo, el ideólogo de la Unión Sudamericana", obra que meses atrás fue presentada en Villa Carlos Paz.

¿Dónde surge la idea del hacer un libro sobre la vida de Monteagudo?

 

La idea era tratar de reivindicar una figura que durante mucho tiempo fue ocultada por distintos motivos, pero fundamentalmente, creo yo, por sus ideas americanistas. Monteagudo fue el hombre que le entregó a Bolívar el plan para hacer la Confederación de los Pueblos de América del Sur. En su plan también incluía a los pueblos de Centro América y México. Él tuvo una concepción grandiosa que era organizar los Estados Unidos de América del Sur. Esta idea la tenía desde muy joven. La recibió de Castelli cuando fue su secretario durante la primera campaña al Alto Perú. Luego, en 1813, desde la Sociedad Patriótica prepara para la Asamblea del año XIII una constitución para los Estados Unidos de América del Sur. Monteagudo siempre tuvo este pensamiento y se lo transmitió a los grandes hombres con los que estuvo trabajando. Él estuvo no sólo al lado de Castelli sino que también trabajó junto a San Martín, O'Higgins y finalmente junto a Bolívar. Hay un historiador chileno, Benjamín Vicuña Mackena que dice que esta gran idea no se pudo hacer realidad porque el hombre que la podía llevar a su fin, que era Monteagudo, falleció. A los 35 murió asesinado por un sicario en las calles de Lima. Estoy convencido que no ha sido ajena a esa muerte la resistencia que había en las oligarquías de los distintos países que formaban América del Sur a esta idea de integrar una unidad continental. Todos los que defendieron esa concepción continentalista fueron perseguidos, algunos murieron en el exilio, otros fueron asesinados. En las naciones recién independizadas hubo una fuerte resistencia a la idea de unión continental y esto tenía que ver con, por un lado, el deseo de las oligarquías locales de crear un dominio particular en los territorios que ellos controlaban y, por el otro, la acción de un nuevo imperialismo que apareció en escena pretendiendo quedarse con los antiguos territorios españoles, que era el imperialismo inglés, que tuvo un papel determinante en la fragmentación de América del Sur. La política inglesa se observó en todo ese proceso, metiéndose para desmembrar lo que era el antiguo Virreinato del Río de la Plata, metiéndose para impedir que se cristalizara el proyecto del Congreso de Panamá que impulsaron Monteagudo y Bolívar, y siempre metiendo su diplomacia, sus agentes, sus espías, sus armas y su dinero para lograr que América Latina no se pudiera unificar... Y así estamos 200 años después. Esta política que iniciaron los ingleses la continuó después Estados Unidos, permanentemente influyendo en la política de nuestros países para que se mantengan divididos, muchas veces apoyando dictaduras militares como ha sido la trágica historia de nuestro continente. Creo que hoy tenemos una posibilidad histórica de empezar a materializar el gran sueño de Monteagudo de una América del Sur unida a través de la UNASUR que recién comienza. Qué distinta hubiera sido nuestra historia si esta gran idea de Monteagudo se hubiera concretado ya en aquella época, en 1826 cuando se podría haber empezado a plasmar la Confederación Sudamericana. Seguramente América del Sur habría sido una de las grandes potencias mundiales. En vez de eso, hemos vivido sometidos con estos colonialismos y saqueos, como lo ha sido la deuda externa, el robo de nuestros recursos y seguimos así lamentablemente.Creo que hay una oportunidad histórica de salir adelante. Un actor político que hay que tener muy presente es la juventud. De alguna manera este libro también esta dedicado a los jóvenes. En los últimos tiempos ha aparecido un movimiento importante e interesante en Argentina compuesto por muchos jóvenes que están participando, buscando un compromiso político; y esto hay que fomentarlo porque es una de las patas en las que se puede basar una política de unificación de América del Sur. Las nuevas generaciones se están comprometiendo. Monteagudo es una figura de un hombre joven que realizó grandes cosas en base a su talento y compromiso. A los 20 años ya estuvo al frente de una revolución en Chuquisaca. Los argentinos tenemos el orgullo de contar con un hombre que nació en Tucumán, pero tuvo toda su acción política en América del Sur. Él decía: "Yo quiero servir a mi patria que es toda la extensión de América". Esta idea de una patria continental es hora de que volvamos a plantearla.

¿De dónde se pueden rastrear las raíces ideológicas del pensamiento de Bernardo de Monteagudo?

 

En realidad lo que él pensaba no era de su exclusividad, pero fue quien le dio mayor sistematización a esta idea. Ya Castelli en 1811, a orillas del lago Titicaca proclama la emancipación de los aborígenes y en esa misma época deja un documento en el que deja por escrito su intención de seguir avanzando para llevar la revolución a Lima, que era el centro del poder español. El decía que si nosotros llegamos a echar a los españoles de Lima, vamos a extender la revolución por toda América. Este pensamiento de Castelli lo compartía también Manuel Belgrano, que era su primo y que es el verdadero padre de la patria Argentina. Esta es una de las cosas que la revisión histórica tendría que poner e su lugar.

 

Otro elemento a tener en cuenta en su formación ideológica es el documento escrito por Mariano Moreno, que se llamó "Las miras del Congreso" en donde analiza la idea, por primera vez en 1810, de hacer una Confederación Continental. Pero Moreno la descarta diciendo que las grandes distancias y la dificultad de las comunicaciones lo iban a hacer imposible. Este artículo fue leído por Monteagudo y fue retomado cuando elabora el plan para Bolívar y, sin nombrar a Moreno, analiza las mismas ideas y dice que esas dificultades ya fueron superadas porque el continente se había logrado unificar a través de la lucha revolucionaria.

 

Hay otro antecedente importante que Monteagudo también lo tiene en cuenta que es un artículo que escribió un gran patriota intelectual centro americano que fue José Cecilio Valle, que había propuesto ya en 1822 que había que hacer una Confederación Continental.

 

Monteagudo toma todos estos elementos y los convierte en un proyecto en el cual plantea una alianza militar defensiva de las naciones recién independizadas, y un Congreso donde los diputados prevengan las guerras entre países sudamericanos y los disturbios internos que pudieran ocasionar la caída de los gobiernos. Una de las cosas que más odiaba Monteagudo eran los conflictos entre pueblos hermanos. Esta idea la retoma muchos años después Juan Bautista Alberdi cuando escribe un libro muy interesante que es "El crimen de la guerra", donde decía: "¿Cómo puede ser que en América del Sur entren en guerra naciones que tiene el mismo idioma, la misma religión, las mismas tradiciones culturales, los mismos intereses?". El pensaba que las guerras en América del Sur eran injustificables, y lo decía por guerra del Paraguay, a la cual se oponía.

 

Pero esas guerras que hemos tenido también son efectos de los imperialismos. La guerra del Paraguay fue fomentada y fogoneada por Inglaterra. La guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay fue avivada por las petroleras. Tenemos que entender que nosotros nos tenemos que unificar y no dejar que vengan más de afuera a dividirnos y a someternos. Monteagudo decía que la dominación empezaba por la cabeza. La gran victoria del colonialismo es hacer que nos veamos a nosotros mismos con las ideas del opresor. De alguna manera anticipaba a Arturo Jauretche en algunos de sus conceptos. Monteagudo proponía librar una batalla cultural contra los principios coloniales. Realmente era un adelantado a su tiempo.

En 1810, esta idea de unidad sudamericana ¿era compartida por el pueblo, por el común de la población?

 

Existía un espíritu de fraternidad, aunque quizás no había una claridad estratégica de cómo llevar adelante la idea de unidad sudamericana. Esta historia de que los chilenos le tienen bronca a los argentinos, los argentinos a los uruguayos, no existía sino que fue instaurado después. Cuando se habla de la constitución de las naciones independientes americanas se habla de un logro de San Martín, Bolívar, Monteagudo, Belgrano y Artigas; pero en verdad fue un fracaso porque ellos aspiraban a conseguir la unión continental. La conformación de repúblicas fragmentarias fue el fracaso de ese proyecto. Esto puede sonar chocante, pero si analizamos el acto de creación de la bandera de Belgrano, él lo hizo pensando en la insignia que identificaría al movimiento revolucionario de América del Sur. Después quedó limitada a un territorio que estaba muy lejos del plan original que era hacer una sola patria. Eso es parte de lo que hay que revisar en la historia.

 

Hay sectores que se oponían a esa idea continental. Dentro de la Asamblea del año XIII se presentaron dos proyectos de Constitución, el que presentó Monteagudo era para América del Sur, el proyecto oficial era para las Provincias Unidas del Río de la Plata y ahí ya se ve la diferencia en los proyectos políticos. Lo mismo pasó en el Congreso de Tucumán; allí se hizo la declaración de independencia de América del Sur, después se convierte en la declaración de la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Siempre hubo esa puja entre lo continental y lo local.

 

En el libro digo que había varias fuerzas actuando en la guerra de la independencia: una eran las fuerzas del colonialismo, encabezadas por los españoles pero había también un partido americano colonialista. Algo que no se enseña en las escuelas es que los ejércitos colonialistas estaban formados por americanos, no eran españoles, ellos estaban en guerra con Napoleón. Los que peleaban para mantener el dominio colonial, los ejércitos realistas eran integrados por americanos. Hasta los generales eran americanos. Peleaban para España en contra de su propio continente. Detrás de esos ejércitos estaban los monopolistas, los ricos, los que se habían beneficiado con el sistema colonial. Enfrente estaban los que peleaban por la independencia continental, que generalmente se encontraban agrupados en la Logia Lautaro o en organizaciones similares. Después estaban las fuerzas locales, que a veces se expresaban como fuerzas provinciales, caudillismos locales o como fuerzas de oligarquías nacionales. Por ejemplo: en Buenos Aires estaba la oligarquía porteña, con sus estancieros y comerciantes que querían un proyecto nacional donde ellos gobernaran. En Chile pasaba lo mismo, pero a su vez tenían problemas con los localismo provinciales. Todo eso generaba un caos que, en medio de una guerra revolucionaria, generada dos frentes. Monteagudo decía: "Nosotros libramos dos guerras: peleamos contra los españoles y contra los sectores internos que nos boicotean". San Martín se queda sin padrinazgo político y sin recursos económicos cuando cae el gobierno de la Logia en Buenos Aires y terminado haciendo su campaña financiado por Chile, no por Argentina. Por más que en los manuales nos enseñen otra cosa, quien sostuvo la campaña de liberación del Perú fue O'Higginis, a quien esta ayuda le costó un enfrentamiento con la oligarquía chilena y terminó expulsado del gobierno, teniendo que exiliarse en el Perú. Todos los que defendieron las ideas continentales fueron perseguidos y terminaron políticamente destruidos y eliminados. Triunfó la división y la visión localista.

 

Creo que esto hay que revisarlo en la historia porque después se construyen los mitos nacionales. Aparecen los historiadores oficiales que generan el mito de cada uno de los países con sus héroes y van recortando la historia. Por ejemplo: algo sobre lo que no hay un conocimiento suficiente es que uno de los pretextos utilizados para la derrocar a Cisneros en la Revolución de Mayo fue la represión que Cisneros consintió que se hiciera de la Revolución de Chuquisaca. Eso fue utilizado por los patriotas para denigrarlo a Cisneros, pero nuestros historiadores no mencionan este hecho porque cómo puede ser que nuestra revolución sea consecuencia de un levantamiento que se produjo en otro lado. Eso parece que perjudica al mito nacional y por eso no se dice. Pero la verdad es que la primera revolución fue la de Chuquisaca y la nuestra fue una continuación. Los actores que participaron en una y otra estaban vinculados, formaban logias secretas y actuaban en forma coordinada.

¿Por qué la historia oficial dejó de lado la figura de Monteagudo?

 

Fue dejada de lado porque representaba estos ideales continentales y los que escribieron la historia fueron los historiadores creadores de los mitos nacionales. Dentro del proceso de creación de los Estados nacionales, está la construcción de los mitos por los cuales esos Estados se legitiman. Por lo tanto un personaje que decía que no era ni argentino, ni peruano, ni chileno, ni altoperuano sino que era americano, no encaja en ningún lado. En todos los países donde él tuvo actuación, se lo ha denigrado. Él fue el autor del acta de declaración de la independencia de Chile, y en Chile lo niegan. Lo mismo ha ocurrido en Perú, donde fue el primer gobernante. San Martín era el protector del Perú, pero el que gobernaba era Monteagudo que tenía a su cargo dos ministerios, el de guerra y el de gobierno. Desde esos dos ministerios hizo la revolución, transformó el orden económico y social de Lima en pocos meses. Creó los primeros establecimientos educativos. Fue el padre de la educación en Perú y lo único que lo recuerda es una placa en la biblioteca nacional de Lima. Los historiadores peruanos se han especializado en denigrar a Monteagudo. Y en Argentina pasó lo mismo. Mitre, en su Historia de San Martín, cada cosa que no le gusta del prócer o que no encaja en el mito nacional, le echa la culpa a Monteagudo. Por ejemplo: es un hecho histórico establecido que San Martín tenía ideas monárquicas y Mitre le atribuye esto a la funesta influencia de Monteagudo. En Chile, se produjeron varias ejecuciones de personajes que decretó la Logia Lautaro. Por ejemplo los hermanos Carreras fueron ejecutados por orden de O'Higginis, pero los historiadores chilenos no pueden aceptar que el padre de su patria ordene asesinatos y le echan la culpa de esto a Monteagudo.Lo otro que ha influido en la denigración de Monteagudo es que no tuvo un partido posterior que lo reivindicara. Por ejemplo: Castelli siempre fue reivindicado por sectores liberales o de izquierda; Belgrano y San Martín por todos los partidos; otros fueron reivindicados por la tradición católica. Pero Monteagudo no era nacionalista sino continentalista; no era liberal sino jacobino; no era católico sino anticlerical, combatía la influencia de la iglesia. Ha tenido algunos reivindicadores posteriores, como Ricardo Rojas o Mariano De Vedia; pero creo que llegó el momento de reivindicarlo desde otra perspectiva, que es la del proyecto continental.

¿De donde viene el mote de "discípulo del diablo"?

 

A lo largo de su vida, a Monteagudo le han dicho de todo. Fue discriminado por su origen, porque le decían que era mulato o mestizo, que su madre se había acostado con un indio, que su padre era cura y se acostó con una negra. Lo mismo le ocurrió a San Martín, que era acusado de ser descendiente de indios y no tener sangre española pura. Uno de los enemigos políticos de Monteagudo era Saavedra y él decía que el alma de Monteagudo era "más negra que la madre que lo parió". Pueyrredón era otro con los cuales se enfrentó, quien se mofaba también de su origen. Hay una carta extraordinaria que Monteagudo le escribió a Pueyrredón donde le para el carro. Él era apenas un pibe y Pueyrredón era un personaje de mucho rango y poder.

 

Monteagudo logró hacerle frente a todas esas injurias, pero siempre lo estuvieron acusando. Desde los sectores más católicos lo acusaban de irreligioso. Tenemos que tener presente que si bien Monteagudo no era religioso, no estaba en contra de la religión, sino que lo que sucedía era que la iglesia católica estaba en contra de la independencia y defendía los derechos del monarca. Había curas que se pronunciaron por la causa patriota, pero lo hacían en contra de la posición asumida por el papado, el cual reivindicaba los derechos del rey. Incluso hubo un obispo cordobés, Orellana, a quien la Primera Junta condenó a muerte por estar en la conspiración con Liniers, y luego lo indultan por su condición de sacerdote. Años después, para querer ubicarse, este obispo que era realista le dice al gobierno del Triunvirato que él se ponía al servicio del gobierno patriota porque "nuestra santa religión no sólo se lleva bien con cualquier gobierno sino que lo consolida y perfecciona". Este era el problema que había con el clero. El obispo de Salta era contrarrevolucionario al igual que el obispo de Caracas y el arzobispo del Alto Perú. Había un enfrentamiento con los dignatarios de la iglesia, y quienes se enfrentaban a ellos era llamados "réprobos", "Satanás", "herejes", "musulmán". Castelli, que era el maestro de Monteagudo, lo llamaban "musulmán" o "judío" porque tenía un segundo apellido que era Salomón. El titulo del libro es un poco irónico por esa mala fama que se fue haciendo en torno a su persona.

 

Otro de los elementos con los que lo atacaban era su vida privada. El decía: "De mi vida privada no tengo porqué rendir cuentas. Desde que se acabó la inquisición, la vida privada de los hombres le pertenece a cada uno. Pero mis enemigos se han ocupado de meterse en mi vida". Y efectivamente le hacían todo tipo de cargos. Lo acusaban de llevar adelante orgías, de ser un degenerado, de ser homosexual. En Lima circulaban toda clase de rumores, decían que se acostaba con mulatas, con negras, que era un horror para la sociedad limeña. Incluso hay un escritor argentino, José María ramos Mejía, un antirrosista, racista que era psiquiatra y que desde una posición pseudocientífica escribió un libro que se llama La neurosis de nuestros hombres célebres, donde hace un retrato de Monteagudo pintándolo como un pervertido, con una denigración increíble que no tiene fundamento documentable. Todo esta basado en los chismes y las cosas que se decían en esa época.

 

El título del libro apunta a esa ironía. Ellos eran cuestionadores del orden establecido. Monteagudo representó un cambio de época, donde las costumbres coloniales estaban en crisis. Por eso la juventud lo tenía como un ídolo y cuando llegó a Buenos Aires lo seguían a todos los lados. Él había estado condenado a muerte, tenía mucho éxito con las mujeres; se había convertido en una suerte de ídolo de los jóvenes porteños.

¿Cuáles son los principales aspectos de la vida de Monteagudo que destaca y que quisiera que la gente conozca?

 

Principalmente su idea americanista, porque fue un hombre muy claro en esto. Otro fue su capacidad intelectual. Ricardo Rojas lo considera el mejor escritor político de Mayo; fue un hombre con una gran capacidad de comunicación. De hecho, por todos los lugares donde estuvo fundó periódicos, alrededor de media docena, así como fundó la Sociedad Patriótica en distintos lugares para generar la divulgación de las ideas de la Ilustración. Otro aspecto destacable es que hizo mucho hincapié en el tema de la educación. El decía: "Casi no hay crimen que no se origine en la ignorancia". Monteagudo creía que el sistema político del nuevo mundo de Sudamérica no se iba a consolidar si no se lograba educar a la gente y romper con toda la ignorancia que venía de la colonia. En ese sentido, creo que fue un gran precursor.Rescato también su vocación revolucionaria; fue un tipo que vivió siempre en peligro, peleando en cada uno de los escenarios donde se iba librando esta gran batalla por la libertad de América del Sur. La juventud es otro de los elementos a revalorizar; fue un tipo que murió muy joven e hizo un montón. Realmente es un ejemplo que puede servir de estímulo para que los jóvenes vean que cuando tienen compromiso y condiciones pueden lograr lo que se proponen. Las nuevas generaciones pueden tomar como ejemplo a un hombre que nació de una cuna muy humilde y llegó a codearse con los hombres más importantes de la revolución sudamericana.

 

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